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La vida está en los pequeños momentos

Muy buenas, mis valientes guerreros. ¿Os habéis parado a pensar alguna vez en qué cosas son hacen sentir felices? ¿Qué cosas os alegran el día cuando está torcido? ¿Os habéis parado a valorar los pequeños momentos de la vida?

Nos han vendido que debemos aspirar a grandes logros, grandes sueños imposibles. Tienes que cambiar el mundo, ser alguien importante, porque eres especial. Grandes gestas saldrán de ti, ya sea en un ámbito o en otro. Fomentaron en nosotros la competición, pero sin sobresalir demasiado. Ya sabemos que al clavo que asoma la cabeza le damos un martillazo para que se quede como los demás. Pero nos dijeron que éramos especiales, que cambiaríamos el mundo y ahora, cuando ya estamos en la treintena, nos damos cuenta de que lo nuestro no van a ser grandes gestas. Porque el trabajo nos absorbe y nos chupa la vida, el estrés nos consume y la ansiedad nos bloquea. Somos una generación que ha crecido con internet y a ella le debemos parte de lo que somos. Nos hemos dejado alienar por las redes sociales. Somos un producto más. La generación que viene, la Generación Z está peor en ese sentido. Los nativos digitales no saben vivir sin una pantalla y ni siquiera saben lo que es eso. Nosotros, los millennials, al menos, conservamos los recuerdos tempranos de un mundo que no se basaba solo en la ficción digital.

Y aquí estamos, en medio de nuestra adultez, en los treinta, comportándonos como si tuviéramos todavía veintitantos años y sin querer asumir el rol que nos toca. Quizás por eso nos cuesta tanto mantener una vida equilibrada. Quizás por eso no queremos crecer y tenemos complejo de Peter Pan. Sin embargo, todo a nuestro alrededor grita productividad, nos jalea para que sigamos trabajando y, si no lo hacemos, la ansiedad también se apodera de nosotros. No puedes perder el tiempo descansando, hay que hacer algo con cada minuto de tu día. La productividad tóxica nos arrastra a un mundo de ansiedad y estrés crónicos que hace que la depresión también aparezca. Estamos completamente insatisfechos porque perseguimos las grandes gestas que nunca lograremos alcanzar.

Llevo bastante tiempo pensando acerca de esto y en las pequeñas cosas que dan sentido a mi vida: una taza de café caliente en un día frío, una tarde en el campo con mi familia, la comida con mi padre de los sábados, la barbacoa de los viernes con mi novio. Esos pequeños momentos que se convierten en rutina, pero que hacen que el resto de cosas tengan sentido, momentos que espero como agua de mayo cada semana. Ahí es donde reside el verdadero valor de nuestra vida y de nosotros mismos, en esos momentos que debemos atesorar como si fueran oro por lo efímero que tienen.

La verdadera vida, el verdadero sentido de esta, no está en las grandes gestas, los grandes objetivos imposibles. No, no está ahí. No somos el burro persiguiendo la zanahoria. Si nos paramos y miramos a nuestro alrededor, nos daremos cuenta de dónde está el verdadero significado: en las pequeñas cosas de la cotidianidad. La vida está hecha de pequeños momentos, solo hay que saber encontrarlos.

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¡Bienvenido a mi pequeño rincón, guerrero! Yo soy Valkyria Kára, escritora, desarrolladora web y filóloga hispánica. Mi pasión es y siempre será la escritura, que combino con otros intereses como la programación web (de reciente adquisición), la lectura, la organización, la productividad y el bullet journal. Soy una amante de los animales, de la naturaleza, del té y del chocolate. Aquí dejo mi granito de arena para ayudarte a hacer tu vida un poco mejor.

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